Entonces te observas detenidamente a través de esos ojos y sientes que caes en un profundo agujero, del que no es fácil salir. Buscas en tus córneas, en tus pulmones, entre tus costillas......NADA. Ni rastro de ese reflejo.
Levantas esa mirada rota y te das cuenta de que tus ojos están más limpios que nunca. Son los suyos los que han puesto tierra y clavos. Respiras hondo, sacas fuerzas de donde casi no hay, con la voz firme aunque temblorosa, reivindicando quién eres. Pero te resulta injusto deshacerte en explicaciones de más porque no tienes nada que justificar, o eso crees.
Toda una vida para conocernos y a veces preferimos que nos juzguen otros que ni siquiera se han tomado la molestia de saber quienes somos, por mucho que nos miren a los ojos.
Porque hay personas que miran, pero no saben ver.