miércoles, 13 de agosto de 2008

Cuando era niño...


Cuando era niño soñaba con atrapar el cielo con mis manos, perderme entre las estrellas y viajar por el espacio en una esfera de muchos colores. Tambien quería volar sobre las nubes, asi como esconderme entre las gotas de lluvia. En aquella época no habían imposibles.

Los niños tienen el asombroso don de saber evadirse de la realidad cuando les resulta demasiado rutinaria, triste y dolorosa, logrando escapar para sumergirse en un mundo de ilusiones. Solamente allí son capaces de ser reyes de países que nunca han existido, capaces de llegar a los rincones más lejanos de la tierra, capaces de viajar en un rayo por lugares que resultan imposibles de describir con palabras.

El único mundo donde el concepto de tiempo no tiene ningún sentido, donde la desilusión, la prisa, la culpa y el fracaso no están presentes. Inventan su propio lenguaje y su propia manera personal de ver las cosas, no dejándose influir por nada ni nadie.

Cuando eres niño la ciudad te parece el mismísimo universo. Los árboles son gigantes, las nubes trozos de algodón, la lluvia son lágrimas por los que han muerto, y nuestra habitación se convierte en un castillo encantado lleno de duendes.

Es una etapa de nuestra vida en la que debajo de la cama tenemos invitados inesperados que esperan para cogernos desprevenidos, dentro del armario se esconde un misterioso fantasma, y nuestro mejor amigo es un peluche viejo y desgastado. Para los niños los cuentos son historias que un día sucedieron. Saben que las hadas viven todavía en algun sitio muy lejos, quizá esperando a que lleguemos para deshacer un olvidado encantamiento.

Somos héroes, reyes, gnomos de la oscuridad, emperadores, caballeros, príncipes y hasta dragones. Es el tiempo en el que la infancia se convierte en mensajera de la humanidad con el objetivo de cambiar el mundo.

Recuerdo que cuando era niño soñaba con volar. Me despertaba cada mañana ilusionado por ver si mi deseo se había cumplido, y aunque no llegaba no se me pasaba por la cabeza dejar de creer en ello. Era el tiempo en el que la vida todavía podía asomarse al rinconcito de la alegría, donde todo podía mejorar. Me acostaba cada noche con el apasionado deseo de poder ver la aurora de un mundo repleto de optimismo y felicidad. Entonces aún creía que existía.

Era el tiempo donde no me importaba que nadie me entendiese, donde únicamente con mis manos construía mi propio mundo de papel y música. No necesitaba nada ni a nadie, con mi existencia era más que suficiente.


Sólo en aquel tiempo pude sentir que era inmortal...

1 comentario:

MâKtü[b] dijo...

Al leer textos como estos me doy cuenta que aun soy una niña, y que sigo soñando con todo aquello que acabas de contarme.

Me encanta evadirme de la realidad inventando mi propio mundo, y cada noche me asomo a la ventana xq creo oir el dulce silbido que hace al volar la alfombra mágica cuando se aproxima.

Por eso elegi dedicarme a esa profesion.

me a encantado;)
no as perdido nada de inspiracion!